Un acuerdo con letra chica: el nuevo pacto comercial entre EE.UU. y Argentina bajo la lupa

Opinion14/11/2025 Dihcar Labina
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Si algo sabe hacer la política argentina, unos y otros, es vender humo con moño. Esta vez, el envoltorio vino con bandera estadounidense y fue presentado como un “hito histórico” en la relación bilateral. Pero cuando uno rasca un poco la superficie del nuevo acuerdo comercial entre Argentina y Estados Unidos, lo que aparece no es precisamente un “siglo de oro” como prometió Javier Milei, sino una serie de concesiones que despiertan más preguntas que certezas, por lo menos hasta el momento..

¿Qué firmaron exactamente?

El 13 de noviembre de 2025, tras una visita del canciller Pablo Quirno a Washington, la Casa Blanca y la Casa Rosada anunciaron un “Acuerdo Marco sobre Comercio e Inversión Recíprocos” con 11 puntos clave. El pacto incluye temas como:

Reducción de aranceles para productos estadounidenses
Protección reforzada de la propiedad intelectual
Acceso preferencial a mercados agrícolas
Facilitación de inversiones
Normas para comercio digital y servicios
Compromisos laborales y ambientales
En palabras del comunicado conjunto, el objetivo es “fortalecer y equilibrar la alianza económica”. Pero, ¿equilibrar para quién?

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La letra chica: ¿quién gana y quién pierde?

El gobierno de Milei celebró el acuerdo como una puerta de entrada al “mundo libre”, pero los detalles revelan que el acceso preferencial a productos estadounidenses no tiene su contracara simétrica para los bienes argentinos. Mientras que EE.UU. podrá colocar con menos trabas maquinaria, medicamentos, vehículos y dispositivos médicos, Argentina no logró garantías concretas para sus exportaciones clave como carne, limones o biodiésel.

Además, la protección de la propiedad intelectual —uno de los puntos más celebrados por Washington— podría tener consecuencias directas en el acceso a medicamentos genéricos, encareciendo tratamientos y afectando la industria farmacéutica local.

El grito de la industria nacional

El temor es claro: sin una política de desarrollo industrial propia, abrir las puertas de par en par a productos estadounidenses puede significar la sentencia de muerte para sectores que ya vienen golpeados por la recesión, la apertura importadora y la caída del consumo interno.

Propiedad intelectual: el caballo de Troya

Uno de los puntos más sensibles del acuerdo es el capítulo sobre propiedad intelectual. EE.UU. viene presionando hace años para que Argentina adopte estándares más estrictos en patentes, marcas y derechos de autor. Esto podría implicar:

Extensión de plazos de patentes farmacéuticas, dificultando la producción local de genéricos.
Restricciones al uso de semillas por parte de pequeños productores, en beneficio de multinacionales como Monsanto-Bayer.
Mayor control sobre contenidos digitales, con impacto en plataformas, medios y usuarios.
En criollo: más poder para las corporaciones, menos margen para la soberanía tecnológica y alimentaria.

Campo y alimentos: ¿quién se lleva la parte del león?

Aunque el gobierno promociona el acuerdo como una oportunidad para “fortalecer la demanda internacional de energía y alimentos argentinos”, lo cierto es que no hay compromisos firmes de apertura del mercado estadounidense. La carne sigue enfrentando barreras sanitarias, el biodiésel está bajo la lupa por dumping, y los limones ya tuvieron su cuota de idas y vueltas.

En cambio, EE.UU. sí logró que Argentina le abra el juego a sus productos agrícolas, incluyendo maíz transgénico y alimentos procesados. ¿Resultado? Más competencia para los productores locales y una balanza comercial que podría inclinarse aún más en contra.

Comercio digital: el nuevo frente de batalla

Otro eje del acuerdo es el comercio digital. Se habla de “normas claras” y “entornos transparentes”, pero en la práctica esto puede traducirse en:

Limitaciones a la soberanía de datos
Privilegios para plataformas extranjeras
Obstáculos para regular algoritmos y contenidos
En un mundo donde los datos valen más que el petróleo, ceder terreno en este campo es como regalar el futuro.

Trabajo y medio ambiente: cláusulas decorativas

El acuerdo menciona compromisos laborales y ambientales, pero sin mecanismos de cumplimiento ni sanciones. Son cláusulas de cartón pintado, pensadas para maquillar el desequilibrio estructural del pacto. Mientras EE.UU. protege su industria con subsidios y regulaciones, Argentina se compromete a “mejorar estándares” sin herramientas ni recursos para hacerlo.

 ¿Y el Congreso?

Otro punto polémico es el bypass institucional. El acuerdo fue anunciado como un hecho consumado, sin pasar por el Congreso ni abrir un debate público. Se presenta como “marco de entendimiento”, pero sus efectos son concretos y de largo plazo. ¿No debería discutirse en el Parlamento? ¿No merece la sociedad conocer y debatir sus implicancias?

Milei, Trump y la geopolítica 

El acuerdo se inscribe en una alianza estratégica entre las administraciones de Javier Milei y Donald Trump. Ambos líderes comparten una visión liberal, antiestatista y promercado, pero también un estilo confrontativo y personalista. Para Milei, este pacto es una medalla ideológica. Para Trump, una jugada geopolítica: asegurar influencia en el Cono Sur frente al avance chino.

Pero en el medio queda Argentina, con su tejido productivo en jaque, su soberanía condicionada y su futuro hipotecado.

 Resumiendoel nuevo acuerdo comercial con EE.UU. no es un tratado de libre comercio, pero se le parece bastante. Tiene letra chica, efectos asimétricos y riesgos concretos para la industria, el agro, la salud y la soberanía digital. Se firmó sin debate, se vendió como épico y se impuso como inevitable. Pero, como suele pasar, lo que se presenta como “modernización” puede terminar siendo una nueva forma de dependencia.

Hasta el momento y por lo poco que se conoce , así lo veo yo... 

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