


El poder adquisitivo de los salarios sigue en caída pese a la desaceleración de la inflación
Actualidad07/06/2025




Hablar de salarios en Argentina equivale a poner el foco en la economía cotidiana. Más allá de ciclos políticos o indicadores técnicos, la percepción dominante es que el ingreso nunca alcanza. La emisión monetaria solía servir de motor de la suba nominal, alimentando una dinámica frenética pero, al menos, otorgando cierta ilusión de movilidad en los ingresos.


Hoy la situación cambió. La inflación muestra señales de desaceleración y el Gobierno, junto al Banco Central, sostiene una política de emisión cero. Este nuevo esquema deja a los salarios rezagados. Si bien se celebran los primeros avances contra la inflación, la sensación general es insatisfacción: los precios dejan de escalar tan rápido, pero el sueldo no real no sube.
El salario depende de la producción y el crecimiento. El rebote económico posterior a sucesivas crisis no se distribuye de manera homogénea; la recuperación no es igual para todos los sectores ni para todos los puestos de trabajo.
La recuperación no es igual para todos los sectores ni para todos los puestos de trabajo
El análisis de los acuerdos paritarios de 2025 lo deja en claro: solo tres actividades lograron igualar o ganarle a la inflación acumulada entre enero y mayo (14,7%). Los aceiteros 15,3%, rompieron la pauta oficial, con un salario básico de $1.770.174 desde abril, y aumentos programados a julio. Sanidad 14,3% y trabajadores rurales 13,9 por ciento.
Comercio, que agrupa a un gran número de trabajadores registrados, firmó un aumento del 9,1% para el período. Un intento del sindicato por negociar incrementos trimestrales de 5,4% se chocó de frente con la política oficial: el Ministerio de Economía no homologa acuerdos que superen el 1% mensual.
Bajo esta lógica, sindicatos relevantes como la UOM, la Uocra y Camioneros quedaron por detrás de la inflación. El gremio de Camioneros, por ejemplo, obtuvo un incremento escalonado de 8,7%, que representa una pérdida de 6 puntos frente al incremento de precios.
En contraste, los bancarios aseguraron una cláusula de ajuste automático por inflación, una herramienta que protegió parcialmente sus salarios. Sin embargo, su ajuste acumuló 8,1%, muy lejos del 14,7% del IPC de los primeros cinco meses del año, aunque continúan entre los mejores pagos del país.
Gastronomía, metalúrgicos, textiles y construcción enfrentan caídas reales en los ingresos de entre 6 y 10 puntos porcentuales, lo que generó tensiones empresariales y pedidos para reabrir negociaciones.
Especialmente preocupante fue el caso del personal de casas particulares: su recomposición fue apenas del 3%. Ese sector ni siquiera fue convocado para discutir nuevos aumentos, profundizando así la precarización laboral y la informalidad.
En este contexto, las paritarias comenzaron a tener un papel diferente al de los últimos años.
Antes funcionaban como el principal escudo ante la inflación, permitiendo ajustes periódicos para no perder capacidad de compra.
Ahora, bajo el corsé de una pauta oficial del 1% mensual, el Gobierno busca convertirlas en un ancla para consolidar la desinflación y evitar cualquier disparada de precios causada por la puja distributiva.
El Gobierno quiere que la pauta de aumento mensual no supere el uno por ciento
Desde el oficialismo, el mensaje es nítido: no autorizarán aumentos salariales que desborden esa pauta. Este límite quedó en evidencia tras el dato de inflación de marzo (3,7%), superior a lo que el Ejecutivo esperaba, lo que reavivó la discusión sobre si la estrategia adoptada resulta sostenible tanto a nivel económico como social.
Este choque de perspectivas sostiene una de las principales tensiones del modelo económico actual. Gobierno y sindicatos mantienen diagnósticos opuestos.
Mientras el primero defiende la estabilidad y exige prudencia en los aumentos, los segundos buscan actualizaciones que eviten continuar con la licuación del ingreso real. El conflicto se nota en la falta de homologación de acuerdos paritarios, el retraso de aumentos pactados y las amenazas de medidas gremiales, especialmente en sectores clave como Camioneros y Metalúrgicos.
Referencia histórica
Cuando se analizan los datos agregados, el resultado es preocupante. Los salarios reales retrocedieron a niveles históricamente bajos y la recuperación resulta extremadamente heterogénea.
Las cifras oficiales muestran que el sector privado no registrado exhibió una mejora del índice salarial (llegó a 132,6 en marzo de 2025, base noviembre 2023 igual a 100), pero esta mejora responde en gran parte a un rebote estadístico, dada la caída previa muy fuerte. No representa una solución estructural, y el trabajo informal sigue vulnerable.
El sector público permaneció estancado con un índice de 85, muy por debajo de la línea de partida (noviembre de 2023)
El sector público, por su parte, permaneció estancado con un índice de 85, muy por debajo de la línea de partida. El sector privado formal, que normalmente lideraba los ajustes, todavía no logra recuperar el terreno perdido: su índice se ubica apenas en 99,1, sin regresar a los mejores registros previos.
En un plano más amplio, la comparación con el salario promedio de 2017 alerta sobre el daño acumulado. El sueldo informal cayó 35,4%, el formal 25,3% y las jubilaciones un 40,9% en términos reales, respecto de esos valores históricos.
Incluso comparando con diciembre de 2024, solo el salario informal mejoró (subió 13,5%). El formal cayó 0,9%, y las jubilaciones apenas incrementaron 1,5 por ciento.
La comparación con dólares blue aporta otra dimensión: mientras en junio de 2018 el salario promedio equivalía a USD 1.548, en junio de 2020 bajó a USD 679. Esa caída coincidió con los peores momentos de la pandemia y la crisis cambiaria. Después, llegó una leve recuperación: USD 973 en junio de 2022, USD 936 en junio de 2023, USD 1.259 en abril de 2024 y USD 1.363 en mayo.
Aunque reciente se observa una mejora, todavía no alcanza a revertir la pérdida acumulada frente a 2018 y 2019. Este valor sigue siendo fundamental para empresas y trabajadores en una economía fuertemente influida por la cotización del dólar.
Todo el proceso está marcado por la tensión constante entre la necesidad de recomposición del salario y las exigencias del programa de estabilización. Si bien se reconocen ciertos avances, estos parten desde niveles bajos y conviven con profundas desigualdades sectoriales. La pauta restrictiva del 1% mensual quedó rezagada y la presión sindical probablemente escalará si el alivio inflacionario no logra reflejarse en los bolsillos.
La pauta restrictiva del 1% mensual quedó rezagada y la presión sindical probablemente escalará si el alivio inflacionario no logra reflejarse en los bolsillos
El Gobierno cumplió varios de sus objetivos iniciales: logró superávit fiscal, recuperó reservas, desaceleró la inflación y estabilizó la macroeconomía. No obstante, la economía real, la que se vive todos los días, sigue sin registrar una mejora generalizada y sostenible en el poder adquisitivo. La estabilización macro es indispensable pero, a la luz de estos resultados, insuficiente para modificar la vida cotidiana.
El gran desafío será encontrar el equilibrio entre continuar con la desinflación y recuperar el ingreso de los trabajadores. Con reformas pendientes y elecciones legislativas en el horizonte, ese debate será cada vez más central en la agenda pública.
El autor es Analista económico y director de Focus Market

















