







El Ejecutivo nacional anunció el inicio del proceso para transferir el 90% de las acciones de la empresa estatal de agua y saneamiento a un operador privado, generando dudas sobre el futuro de los empleados, las tarifas y las deudas.


El Gobierno Nacional ha iniciado oficialmente el proceso de privatización de Agua y Saneamientos Argentinos (AySA), buscando transferir el 90% de las acciones a un operador privado. Esta medida ha causado revuelo, ya que implica un cambio significativo en la política de gestión de los servicios públicos en el país. Con la privatización, se espera una modernización de la infraestructura y una mayor eficiencia en el manejo del servicio, aunque surgen varias dudas sobre cómo afectará a los empleados, las tarifas y los usuarios que tienen deudas con la empresa.
Una de las propuestas más destacadas es la inclusión de los empleados como accionistas dentro del programa de propiedad participada, que les permitirá tener un 10% de las acciones de la empresa. Esto busca asegurar que los trabajadores sigan siendo parte del nuevo esquema, mientras se lleva a cabo la transición hacia una gestión privada. Sin embargo, la preocupación de los empleados es evidente, ya que temen que el cambio signifique una reducción de derechos laborales o una precarización del trabajo.
En cuanto a las tarifas, aunque el Gobierno asegura que la privatización permitirá mejorar la calidad del servicio, no se ha aclarado cómo se manejarán los aumentos en los precios. Con la entrada del sector privado, es probable que se realicen ajustes tarifarios, lo que podría generar un impacto en las familias que ya enfrentan dificultades económicas. A esto se suma la incertidumbre sobre el manejo de las deudas acumuladas por los usuarios, pues hasta el momento el servicio se consideraba esencial y no se cortaba por falta de pago. La situación de los usuarios con facturas impagas podría cambiar bajo una nueva administración.
El Gobierno justifica la privatización con el argumento de que la empresa ha requerido constantes aportes del Tesoro Nacional para cubrir un déficit creciente y que la infraestructura se encuentra deteriorada. En este contexto, el Ejecutivo busca reducir el déficit fiscal y mejorar la eficiencia de las empresas estatales. No obstante, la privatización de AySA deberá ser monitoreada con cautela para garantizar que no se vulneren los derechos de los trabajadores y usuarios, y para que los beneficios económicos se reflejen de manera equitativa.

















