


¿Ganan mucho y trabajan poco?: este es el sueldo que cobran diputados y senadores argentinos
Actualidad16/10/2025




Cada 22 de octubre se celebra en la Argentina el Día del Legislador Nacional, en recuerdo de aquella primera Asamblea Parlamentaria de 1854 que, sin recinto propio, sesionó en la Iglesia Matriz de Paraná. Era el inicio de una etapa institucional donde la palabra, el debate y la representación del pueblo se convirtieron en pilares de la naciente república. Ciento setenta años después, la conmemoración encuentra a diputados y senadores en un contexto particular: con el calendario electoral marcando el 26 de octubre como fecha de renovación legislativa, el Congreso vuelve a estar bajo la lupa ciudadana.


Su labor, en teoría, es una de las más nobles del sistema democrático: deliberar y sancionar leyes que tengan en cuenta el bien común de todos los habitantes, representando directamente los intereses del pueblo y las provincias. Sin embargo, en tiempos donde la desigualdad se hace visible hasta en las cifras del recibo de sueldo, crece una sensación incómoda: la de que representar al pueblo puede ser, también, un privilegio bien remunerado.
Los sueldos que cobran los legisladores por representar al pueblo
La remuneración de los legisladores en la Argentina está lejos de ser un tema menor. Detrás de los discursos sobre austeridad o servicio público, las cifras muestran que representar al pueblo sigue siendo una tarea con sueldos muy por encima del promedio nacional.
En el Senado, las dietas se calculan mediante un esquema de módulos: 2.500 básicos de dieta, 1.000 por gastos de representación y 500 por desarraigo para quienes viven a más de 100 kilómetros de la Ciudad de Buenos Aires. En total, 4.000 módulos cuyo valor varía según las paritarias del personal legislativo. Desde mediados de 2025, los senadores que aceptaron los aumentos cobran $9,99 millones brutos (unos u$s6.870 al tipo de cambio oficial), mientras que quienes se desacoplaron perciben $9,5 millones (u$s6.500). El salario neto, tras aportes y descuentos, ronda los u$s5.500 a u$s5.800, y se prevé un nuevo incremento para noviembre.
En la Cámara Baja, las cifras son más moderadas, aunque también difíciles de justificar frente al bolsillo ciudadano. Un diputado nacional percibe en promedio $5,6 millones netos, es decir unos u$s3.850, con variaciones según antigüedad, título universitario, zona o desarraigo.
El contraste resulta evidente: mientras el Poder Ejecutivo mantiene congeladas las remuneraciones de ministros y secretarios, los legisladores conservan un esquema de actualización automática o semiautomática, que los blinda de la inflación que afecta al resto. En un país donde la distribución del ingreso es muy desigual y el salario registrado está entre u$s600 y u$s1.000, la economía del Congreso parece moverse en otro universo.
En 2025 los diputados sesionaron 16 veces y los senadores, 12
Los números de la actividad laboral del Congreso terminan de completar el cuadro. En lo que va de 2025, la Cámara de Diputados sesionó 16 veces, mientras que el Senado lo hizo 12. Pero no todas esas reuniones pudieron traducirse en trabajo efectivo: algunas se levantaron por falta de quórum, otras tuvieron carácter protocolar o de homenaje, y una correspondió simplemente a la apertura de las sesiones ordinarias.
Traducido en cifras, el rendimiento legislativo resulta difícil de justificar. Si se divide la remuneración anual por la cantidad de sesiones realizadas, cada senador "cobra" más de $8 millones brutos (u$s5.840) por sentarse en su banca. El costo total de una sesión del Senado ronda los $611.8 millones (u$s420.500), lo que eleva el gasto acumulado del año a más de $7.300 millones (u$s5 millones).
En la Cámara Baja, los montos son distintos, pero el resultado es el mismo: cada sesión de Diputados implica un gasto total de $1.080 millones (u$s743.000), y en lo que va del año el Congreso ya le costó más de $17.280 millones (u$s11.8 millones).
El paralelismo respecto a un trabajador medio es abrumador. Suponiendo una duración promedio de ocho horas por sesión, los senadores habrán trabajado 96 horas y los diputados 128 en lo que va del año. Un trabajador promedio, en cambio, acumula unas 2.080 horas anuales.
Es decir, los senadores trabajaron apenas el 4,6% y los diputados el 6,1% del tiempo que dedica cualquier asalariado, aunque ganen hasta seis veces más por mes.
Ampliando la mirada, entre 2015 y 2025, la Cámara de Diputados sesionó 155 veces, menos de lo que trabajaría un ciudadano común en un solo año calendario.
Ese nivel de productividad se paga con un presupuesto que asigna al Poder Legislativo $456.927 millones que equivalen a u$s314 millones. Hasta la fecha, ya se ejecutó el 69% del mismo, es decir u$s216 millones, en salarios, funcionamiento y estructura administrativa.
Un dato interesante referido a la productividad es la cantidad de proyectos presentados y los que tuvieron lugar para convertirse en ley. Dado que las estadísticas oficiales de 2025 aún no se encuentran completamente sistematizadas, para tener una referencia se toman los datos del año pasado, el último ciclo cerrado con cifras consolidadas. La Cámara de Senadores presentó un total de 756 proyectos de ley de las cuales sólo 2 fueron efectivamente sancionadas por iniciativa propia. En la Cámara de Diputados, la actividad fue mayor en cantidad, pero no en eficacia: se registraron 2.133 proyectos, pero apenas siete llegaron a convertirse en ley. En contraste, el Poder Ejecutivo consiguió la sanción de 39 leyes impulsadas desde su órbita.
La información adquiere mayor relieve si se considera la distribución del trabajo a lo largo del año. Gran parte de la tarea legislativa se concentra en unos pocos meses. En un país atravesado por urgencias económicas y sociales, la lentitud del Congreso contrasta con la velocidad de los problemas que debería estar resolviendo.
Cuánto cobran los senadores y diputados en la región
Aún así, respecto al panorama regional, los legisladores argentinos no figuran entre los mejores pagos. En Latinoamérica, un senador colombiano encabeza el ranking con ingresos cercanos a u$s12.500 mensuales, seguido por sus pares de México (u$s10.200), Uruguay (u$s9.500) y Brasil (u$s8.600). En ese contexto, los senadores argentinos perciben entre u$s5.550 y u$s5.840, según si aceptaron o no el último aumento, mientras que los diputados nacionales rondan los u$s3.850. Es decir, se ubican en la mitad inferior del cuadro regional, por encima solo de Paraguay (u$s5.400) y Bolivia (3.400 dólares).
En cuanto al viejo continente, en España un diputado o senador parte de un salario base de unos 3.200 euros mensuales, pero los distintos complementos, por responsabilidad, desplazamiento o representación, pueden elevar la cifra hasta los 20.000 euros. La diferencia, sin embargo, está menos en el monto que en la exigencia: las Cortes españolas sesionan con regularidad, sus comisiones mantienen una agenda constante y la rendición de cuentas forma parte del funcionamiento institucional.
En la Argentina, en cambio, los números demuestran que el problema no es solo cuánto ganan los legisladores sino cuánto, mejor dicho, cuán poco, trabajan para ganarlo.
Así, mientras la conmemoración del Día del Legislador recuerda los ideales fundacionales de debate y representación, los datos sobre el funcionamiento del Congreso actual chocan de lleno con las expectativas de los ciudadanos, que deberíamos de ser los principales beneficiarios de su trabajo. La economía del legislador, deja al descubierto un desfasaje entre el privilegio de cobrar y la responsabilidad de legislar, poniendo sobre la mesa un desafío central: que la retribución vaya de la mano con la labor, y no solo con la presencia en la banca.
El cargo de diputado o senador ofrece incentivos fuertes para quienes buscan estabilidad laboral con baja inversión inicial y un nivel de exigencia difícilmente comparable al del sector privado. El atractivo del puesto legislativo radica en la combinación de prestigio, estabilidad y escasa rendición de cuentas en términos de desempeño. Con poca inversión y mucho discurso, un escaño puede convertirse en el mejor plan de carrera.













