Con la salida de Omar Gutiérrez del directorio de YPF, noticia que se conoció este viernes, la provincia de Neuquén dio una vuelta de página y, en cierto modo, cortó el último eslabón del pasado reciente.
La decisión del gobernador Rolando Figueroa no tiene vuelta atrás. Se concretó en un momento de gobernabilidad plenamente consolidada y con la Neuquén del futuro en plena construcción. Gutiérrez no había hecho méritos para conservar el cargo en la petrolera más importante del país, o al menos no se le conocen y ahora le bajaron el pulgar.
Más allá de la necesidad evidente de contar con un represente activo y comprometido con la provincia en el órgano de decisiones de esa compañía, la expulsión de Gutiérrez forma parte de las políticas de transparencia y cuidado de los recursos públicos.
En lo que va de la gestión, Figueroa ha desplegado políticas de tolerancia cero frente a los hechos de corrupción y ha despedido tanto a ñoquis como a indisciplinados, como así también les ha quitado los cargos políticos a quienes no cumplen con las funciones que les han sido encomendadas.
El del exgobernador era un cargo político y, al parecer, no realizó gestiones ni aportes en favor del desarrollo de la provincia. En su caso el agravante radica en que la compañía petrolera tiene un rol central en el desarrollo de Vaca Muerta.
Figueroa le soltó la mano al pasado. En realidad, el combate a los vicios de la vieja política lo puso en marcha ni bien asumió. Pero lo de este viernes parece un mojón, algo así como un punto de inflexión.
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