Cristina, gracias por todo. Pero es hora de soltar, el peronismo no puede seguir siendo rehén del pasado

Opinion16/11/2025 Dihcar Labina
cfk byn

En política, los gestos importan. Y cuando los resultados son tan elocuentes como los de las elecciones legislativas de octubre de 2025, lo mínimo que se espera de una conducción es que tome nota, porque nunca es tarde...

Pero en el Partido Justicialista, donde la verticalidad es casi un sacramento, parece que ni los cachetazos electorales alcanzan para provocar una autocrítica real.

Cristina Fernández de Kirchner, presidenta del PJ nacional, sigue en su cargo como si nada hubiera pasado. Como si el 33.64% de los votos obtenidos por Fuerza Patria fuera un triunfo. Como si perder bancas en Diputados y estancarse en el Senado fuera parte de un plan maestro.

Un voto castigo y un silencio ensordecedor

Los números fueron contundentes. La Libertad Avanza se impuso con el 40.59% de los votos y sumó 64 bancas en la Cámara Baja. El oficialismo, rebautizado como Fuerza Patria, quedó segundo, lejos, con un 33.64% y una pérdida neta de tres escaños. En el Senado, la performance fue apenas decorosa: 36.62% y sin crecimiento.

En otras palabras, el electorado habló. Y no dijo precisamente “vamos bien”.

Frente a este escenario, Cristina publicó un documento titulado “Elección 26 de octubre” desde su prisión domiciliaria en San José 1111. En él, reconoció que el desdoblamiento electoral fue “un error político”. Bien. Pero hasta ahí llegó la autocrítica. Ni una palabra sobre su rol como jefa del partido. Ni una mención a la necesidad de abrir el juego. Ni una pista de que esté dispuesta a dar un paso al costado.

El PJ no es una propiedad privada

El problema no es solo electoral. Es estructural. El Partido Justicialista se ha convertido, en los últimos años, en una maquinaria al servicio de una sola figura. Cristina lo preside, lo define, lo digita. Las listas, las alianzas, las estrategias, los silencios: todo pasa por ella. Y cuando el resultado es adverso, el costo lo pagan otros. Gobernadores, intendentes, militantes de base. Todos menos ella...

Pero el PJ no es una propiedad privada. Es, o debería ser, un movimiento político con vocación de mayoría, con capacidad de representar a los sectores populares, con músculo federal y sensibilidad social. Hoy, en cambio, es un espacio encapsulado, encerrado en su propio relato, incapaz de leer el humor social.

Un archivo no miente, cuando despreciar al partido no era pecado

Cristina Fernández de Kirchner no siempre fue la abanderada del Partido Justicialista. De hecho, durante años lo miró con desdén, lo criticó con dureza y hasta lo consideró un obstáculo para su proyecto político. Hoy, sin embargo, lo preside. Y pretende conducirlo. La contradicción no es menor. Y en el contexto de una derrota electoral contundente, se vuelve insostenible.

A lo largo de su carrera, Cristina ha dejado frases que pintan de cuerpo entero su relación ambivalente con el PJ.

En 2010, por ejemplo, dijo que “el peronismo no puede ser una cáscara vacía que se llena de cualquier cosa”.

En 2017, ya en plena construcción de Unidad Ciudadana, directamente lo esquivó: “No me interesa volver al pasado. No quiero volver al PJ”.

Con otras frases célebres para referirse a la interna peronista, como cuando mandó a "suturarse el orto" a los que hablaban de candidaturas.

Y en 2021, en una carta pública, escribió: “El peronismo no puede seguir siendo un partido de dirigentes que se miran el ombligo mientras la gente la pasa mal”.

Más recientemente, durante un acto en la sede del Consejo Nacional del PJ, Cristina volvió a marcar distancia. “Ahora no hacen falta partidos militares, ahora está el Partido Judicial”, ironizó, en una frase que buscó victimizarse pero que también dejó entrever su desprecio por las estructuras tradicionales. En ese mismo acto, ante una militancia dividida, lanzó otra de sus máximas: “La casualidad no es categoría política ni histórica. Lo de hoy lo confirma”.

Y sin embargo, pese a ese desprecio histórico, hoy se aferra a la presidencia del PJ como si fuera su último bastión. Como si el partido que tantas veces despreció fuera ahora su única trinchera.

Este doble estándar no pasa desapercibido. Porque si alguien que durante años despotricó contra el PJ ahora lo conduce sin rendir cuentas, sin abrir el juego, sin habilitar una renovación, entonces el problema no es solo de resultados. Es de coherencia. Es de credibilidad. Es de ética política.

El peronismo no puede seguir siendo rehén de una conducción que lo usó cuando le convenía y lo despreció cuando no.

No puede seguir siendo el refugio de una figura que ya no conecta con las mayorías, que no escucha, que no suelta.

Y si Cristina no está dispuesta a dar el paso, entonces serán los gobernadores, los intendentes, los militantes, los jóvenes, quienes deberán animarse a decir lo que muchos piensan pero pocos se atreven a expresar: el PJ no puede seguir siendo una franquicia personal. Tiene que volver a ser un movimiento colectivo.

El espejo de Néstor

Y acá vale la comparación. En 2009, tras perder las elecciones legislativas en la provincia de Buenos Aires frente a Francisco de Narváez, Néstor Kirchner renunció a la presidencia del PJ. Lo hizo sin dramatismo, sin victimización, sin rodeos. Entendió que el resultado era un mensaje. Y que ese mensaje requería una respuesta política.

Lo curioso es que en ese momento, la presidenta era Cristina. Y sin embargo, Néstor no dudó en dar un paso al costado. No porque no tuviera poder, sino porque sabía que el poder también se ejerce con gestos. Porque entendía que liderar no es aferrarse al cargo, sino saber cuándo correrse.

Hoy, Cristina podría hacer lo mismo. Podría decir: “Ya está. Mi ciclo al frente del PJ terminó. Es hora de que otros tomen la posta”. Podría abrir el juego, convocar a una renovación real, dejar que el peronismo se reinvente. Pero no. Prefiere atrincherarse. Prefiere seguir digitando desde su prisión en San José1111.

El dedazo eterno

La lógica del dedazo sigue intacta. Cristina elige, Cristina bendice, Cristina define. Así fue con Boudou, Alberto, así fue con Axel, así fue con las listas de este año. Y así le fue al PJ...

Porque el problema no es solo de nombres. Es de método. Es de cultura política. Es de una forma de conducción que ya no conecta con las mayorías. Que no entusiasma. Que no interpela. Que no construye futuro.

Mientras tanto, el país cambia. La sociedad cambia. Las demandas cambian. Y el peronismo, en lugar de adaptarse, se aferra a una épica que ya no conmueve. A una narrativa que suena a cassette. A una estructura que expulsa más de lo que incluye.

Federalismo de cartón

Uno de los grandes déficits del PJ actual es su falta de federalismo real. No hay debate. No hay construcción colectiva. Hay obediencia?.

Pero el peronismo nació de otra cosa. Nació de la organización popular, del sindicalismo, de los barrios, de las provincias. Nació de la idea de que el poder se construye desde abajo hacia arriba. Hoy, esa lógica está invertida. Y el resultado es un partido que no representa a nadie, salvo a su conducción.

¿Y si Cristina renuncia?

La renuncia de Cristina a la presidencia del PJ no sería una derrota. Sería un gesto de grandeza. Sería una forma de decir: “Ya cumplí mi ciclo, ahora les toca a ustedes”. Sería permitir que el peronismo vuelva a ser lo que alguna vez fue: un movimiento amplio, dinámico, capaz de reinventarse.

Sería, también, una oportunidad para que nuevas generaciones tomen la posta. Para que surjan liderazgos con otra sensibilidad, con otra agenda, con otra forma de hacer política. Para que el PJ deje de ser un club de exfuncionarios y vuelva a ser una herramienta de transformación.

Pero claro, eso requiere algo que en la política argentina escasea: humildad.

El silencio de los corderos

Mientras tanto, el resto del partido guarda silencio. Los gobernadores, los intendentes, los referentes territoriales. Casi todos callan. Algunos por lealtad. Otros por miedo. Otros porque, en el fondo, no creen que haya alternativa.

Pero el silencio también es una forma de complicidad. Y si el PJ quiere volver a ser competitivo, necesita romper ese silencio. Necesita animarse a discutirlo todo. Incluso lo que hasta ahora parecía intocable.

Cristina no es el peronismo

Cristina es una parte de la historia del peronismo. Una parte importante, sin duda. Pero no es el peronismo. No lo fue en los ’70, no lo fue en los ’90, no lo es ahora. El peronismo es mucho más que una persona. Es una tradición política, una cultura, una identidad.

Confundir a Cristina con el peronismo es empobrecerlo. Es achicarlo. Es condenarlo a la irrelevancia.

Ya es hora de soltar

Los resultados de octubre fueron un mensaje claro. El PJ, tal como está, no enamora. No convence. No gana. Y si no cambia, corre el riesgo de convertirse en un partido testimonial. En una fuerza que vive del recuerdo, pero no construye futuro.

Cristina tiene la oportunidad de hacer historia una vez más. De correrse a tiempo. De habilitar una transición. De dejar un legado que no sea solo resistencia, sino también renovación.

Pero si no lo hace, si insiste en aferrarse al cargo, si sigue creyendo que sin ella no hay PJ posible, entonces será responsable de su decadencia.

Y eso, para alguien que dice amar tanto al peronismo, sería una verdadera tragedia.

Por lo menos, así lo veo yo...

Te puede interesar

COLORSHOP

Lo más visto