







La política argentina vuelve a demostrar que la transparencia es un decorado. Mientras se discute la ética en campaña, el Congreso recibe legisladores con causas judiciales abiertas.


Un proyecto que incomoda a demasiados
La iniciativa de Ficha Limpia buscaba impedir que candidatos con condena en segunda instancia pudieran ocupar cargos electivos. Sin embargo, el Senado la rechazó en 2025 por un voto. Esa derrota parlamentaria no fue casual: aplicar la norma hubiera dejado fuera a decenas de dirigentes con expedientes abiertos.
La política prefirió preservar su capital humano antes que arriesgarse a una depuración real.
Legisladores con causas: la contradicción expuesta
Los casos son públicos y conocidos. Algunos ejemplos recientes muestran cómo la alfombra política se extiende para cubrir a propios y aliados:
Edgardo Kueider (Unidad Federal, senador): detenido en 2024 en un escándalo por presuntos sobornos vinculados a la Ley Bases.
Lorena Villaverde (electa senadora, oficialismo): cuestionada por una causa en Estados Unidos relacionada con narcomenudeo; su pliego quedó en suspenso.
José Luis Espert (diputado, La Libertad Avanza): investigado por presunto financiamiento irregular, lo que precipitó su salida política en 2025.
Otros referentes de bloques mayoritarios enfrentan causas por corrupción, enriquecimiento ilícito o abuso de poder, sin que eso les impida legislar.
La contradicción es evidente: se exige transparencia en el discurso, pero se convive con la impunidad en la práctica.
La alfombra como política de Estado
La frase “todo queda bajo la alfombra” describe un mecanismo institucionalizado. Se negocia en silencio, se protege a los propios y se expone solo a los adversarios. El resultado es un Congreso que legisla con la sombra de expedientes abiertos, mientras la ciudadanía observa cómo las promesas de ética se diluyen en pactos de supervivencia.
La ciudadanía como espectadora desarmada
Decir que Ficha Limpia “es para la gilada” es reconocer que la transparencia se usa como slogan electoral. La gente vota creyendo en discursos de ética, pero termina viendo cómo los mismos nombres con prontuario judicial siguen ocupando bancas.
La consecuencia es devastadora: se erosiona la confianza en la democracia y se naturaliza la impunidad.
La farsa de la transparencia
La política argentina ha convertido la transparencia en un decorado. Se habla de ética, pero se negocia con causas judiciales. Se promete depuración, pero se protege a los propios. El resultado es un Congreso que funciona como un espejo roto: refleja discursos de moralidad mientras oculta prácticas de impunidad.
En definitiva, Ficha Limpia no es una política de Estado, sino un recurso discursivo. Sirve para la campaña, para la tribuna, para la gilada. Pero cuando se trata de aplicarla, todo queda bajo la alfombra.
Por lo menos, así lo veo yo...




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